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domingo, 14 de septiembre de 2014

Los taps, slammers y el miedo a perder

Parece que no fue hace mucho aquella vez que me senté en el piso con mi prima a voltear esos pedazos de plástico con maniobras ingeniosas y diseños temáticos mientras a mi otro primo le sacaron su yeso en la clínica. Recuerdo el pandemonio en el colegio y la locura de los recreos. Las famosas 'decomisadas' por parte de las profesoras y las vendedoras afuera de los centros educativos. Todo eso significó la era de los 'taps' que tanto caracterizó a los chicos de primaria en la década de los noventa. Un pedazo de plástico circulado con un diseño característico tan identificado con nosotros. Tanto coleccionable como apostable.


El primer recuerdo que se me viene a la mente, es el tema de los tan icónicos y recordados Pokemón. Sabemos que eran solamente 150, pero para variar, lanzaron varios diseños de cada uno de estas criaturas. La fiebre de los 'Pocket Monsters' fue tan devastante que la mercancía iba desde un tap en una bolsa de chizitos, hasta en un juego de Nintendo 64; toda una locura.


Recuerdo también que a comienzos de la década del 2000, salieron los diseños de los monstruos del famoso juego de cartas de Yu-Gi-Oh. Juego popular por su serie animé y sus juegos de mesa tan característicos. 

Fue en aquella época en el que brotó mi sentido de coleccionista. Jamás olvidaré aquella tarde de 2003, cuando estaba en cuarto grado y perdí en apuesta mi muy raro tap de la duelista Ishizu. Lloré y armé escándalo como todo un bebé. Para compensarme (ya que había sacado buenas notas en los estudios), mi madre me compró todo un pack, del que prometí no perder nunca. Obviamente, nunca cumplí esta promesa ya que mi casa era un laberinto y lo perdí todo.


Ahora que voy más al fondo, quiero tocar el artefacto que dejaba chiquitos a los taps, que eran los slammers. Esta clase de 'juguete' era el temido por los chicos que solamente poseían taps. Pues, era de un plástico más fuerte y 4 veces más gruesos de lo normal. Había que tener cuidado porque apostar contra un slammer era un deseo prácticamente 'suicida'. Por otro lado, ganarle con tu tap a un chico con slammer era como vencer a Goliat, siendo tú David con tu huaraca. Había que ganarlo con ingenio.

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