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miércoles, 2 de abril de 2014

Cuando los atrapaste a todos

Aprovecho la famosa broma que hizo Google por el día de 'April Fools' (Día de los inocentes en EE.UU) para sacar mi siguiente post. Eran 150 especies cuando sabía de su existencia. Si más no recuerdo, era 1998 cuando se estrenó el Animé. Previo a su estreno, la franquicia ya había recaudado millones de dólares en la venta de sus juguetes. En Japón, ya se había convertido en un fenómeno tan epidémico como la AH1N1. Recuerdo haber estado presente frente al televisor de mis padres cuando al inicio de la serie, solían salir dos mágicas criaturas bajo una música tan innovadora e inspiradora que comienza con la frase: "Tengo que ser siempre el mejor, mejor que nadie más". Frase que se convertiría en clave del final de los 90's. Los Pocket Monsters, mejor conocidos como los Pokemón eran los seres que se convertirían en los simbólicos para la generación Y a finales de la última década del siglo XX.



La ideología de la franquicia era 'atraparlos a todos' con las características y muy conocidas Poke-bolas. En cuanto a especies, eran ¿150? Al comienzo sí. Una tarea muy difícil de realizar. El reconocido animé narra las aventuras de un joven de 10 años llamado Ash Ketchum. Proveniente del pequeño Pueblo Paleta, el joven dedicará su vida entera a la captura de los Pokemón y a entrenarlos lo más ardua y sabiamente posible. La serie era muy buena para el gusto de nosotros. Las peleas de gimnasio eran épicas, sobre todo cuando el icónico Píkachu de Ash salía al campo de pelea. Bulbasaur, Squirtle y Charmander (quien más tarde evolucionaría en un gigantesco Charizard) se convertirían en personajes de la primera vieja guardia del escuadrón del novato entrenador.

 

No podemos olvidar aquella rivalidad de Ash con Gary, nieto del sabio profesor Oak. Arrogante y confiado, Gary nos sirvió para que a finales de la década recibamos nuestro primer Gameboy Color con la versión azul o la versión roja del juego para entrenar nosotros a nuestros Pokemón y sentirnos como personajes de la serie. Los momentos más épicos que viví con aquel juego fueron cuando evolucionó mi primero Pokemón (Si más no recuerdo, era mi Charmander), La colosal batalla contra Gary en la final de la Liga Pokemón y el magnífico día en el que atrapé a Mewtwo, el ser Pokemón más poderoso conocido por el hombre.



La felicidad en mi vida aumentó cuando recibí en una tarde de 1999 mi primer Gameboy con la versión amarilla (mucho más sofisticada y paralela con la serie que la versión roja y azul). Y junto con ello el nostálgico Pókemon Stadium para el Nintendo 64. Aún puedo recordar cómo los chicos de mi colegio hasta le pagaban a los mayores para que les pasaran sus juegos y convertirse en competidores de temer. Entre 1999 y 2001, el cole, era un pandemonio así como en el ambiente fraterno en casa.




En el año 2001 sentíamos que nuestras aventuras con los 150 compañeros habían llegado a su fin luego de atraparlos a todos. Sin embargo, llegó la segunda generación llamada Plata y Oro, capitaneada por los legendarios Lugia y Ho-Oh. El Pókemon Stadium 2 me sirvió como un nuevo comienzo con más retos. Compartía la versión cristal (también la más realista) con mi hermano y fue ahí cuando decidimos parar. Recuerdo que nos demoramos casi medio año en llegar a pasar la Elite Four de la Liga Pokemón. Peor, me tomó otro medio año poder llegar a vencer a Red, el último oponente y curiosamente, tu antiguo personaje en la vieja generación.


 

Tengo por entendido que la franquicia sacó nuevos juegos y más series para las nuevas generaciones de niños. Veo a mi primo de 5 años hablándome de nuevas especies de Pokemón y debo decir que me dan ganas de sacar las lágrimas de los ojos. No por las nuevas especies, sino por el legado que dejó este método de crear infancia. ¿Quieren recordar un hogar? Pues, los dejó con la temática cancioncita de Pueblo Paleta, donde el viaje siempre comenzará para nosotros.

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